¿Qué es la dignidad? Es reconocer el valor intrínseco que tenemos como seres humanos creados por Dios. Es honrarnos a nosotras mismas y a los demás. Es caminar con libertad, con propósito, y con la firme convicción de que no fuimos creadas para ser humilladas, manipuladas ni despreciadas, sino para vivir en plenitud como hijas amadas del Padre.
La dignidad nace cuando somos conscientes de quiénes somos en Cristo; valiosas, únicas, capaces de pensar, crear, amar, crecer y levantarnos con fe, aun en medio de la adversidad.
Todo ser humano es digno
Desde la creación, Dios estableció un diseño perfecto para la humanidad. Nos creó a Su imagen y semejanza, nos dio autoridad para gobernar la tierra, no para pisotear ni humillar a otros.
“Entonces dijo Dios: ‘Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza…’ Varón y hembra los creó” – Génesis 1:26–27
Pero ese plan fue interrumpido por la desobediencia, y el pecado trajo consigo orgullo, ambición y egoísmo. Desde entonces, la dignidad humana ha sido distorsionada. Algunos se sienten tan indignos que aceptan el abuso y la opresión, y otros se creen superiores, aplastando la vida de quienes los rodean.
Una obra maestra que el enemigo intenta destruir
Tú y yo somos obra maestra de Dios. Pero el enemigo, Satanás, ha querido sembrar mentiras en el corazón humano; hacerte creer que no vales nada o que debes vivir con temor, vergüenza o sometimiento. Y a otros les infla el ego para dominar y controlar a sus semejantes.
La raíz de esa confusión es espiritual. El enemigo odia la imagen de Dios en nosotras. Por eso ha usado la mentira, la opresión y la desvalorización como armas para destruir nuestra identidad.
“El ladrón no viene sino para hurtar, matar y destruir; pero yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia.” – Juan 10:10
Valemos tanto… que Jesús dio su vida por nosotras
Aun cuando la humanidad le dio la espalda a Dios, Él no dejó de amarnos. Al contrario, nos amó tanto que envió a su Hijo para rescatarnos.
“Pues Dios amó tanto al mundo que dio a su Hijo único, para que todo aquel que cree en Él no muera, sino que tenga vida eterna.” – Juan 3:16
Jesús derramó su sangre para limpiar nuestros pecados, restaurar nuestra comunión con el Padre y devolvernos el valor que el pecado había manchado. ¡Eso es amor incondicional!
Somos templo del Espíritu Santo
Cuando aceptamos a Cristo como nuestro Salvador, recibimos una promesa gloriosa. El Espíritu Santo viene a habitar en nosotras, ya no estamos solas, somos templo de Dios, Su morada, Su tesoro.
“¿Acaso no saben que ustedes son templo de Dios y que el Espíritu de Dios vive en ustedes?” – 1 Corintios 3:16
Y con Su presencia en nosotras, recibimos poder, amor y dominio propio.
“Porque Dios no nos ha dado un espíritu de temor, sino de poder, de amor y de dominio propio.” – 2 Timoteo 1:7
Caminar con dignidad es vivir como hijas del Rey
La dignidad se eleva cuando reconocemos nuestra identidad en Cristo. No se trata de orgullo ni de arrogancia, sino de saber quiénes somos. Mujeres amadas, redimidas, fortalecidas por Dios.
La humildad no es dejarnos pisotear. Es servir, amar y trabajar con excelencia, sin comprometer lo que Dios ha depositado en nosotras. No nacimos para la esclavitud ni la vergüenza, sino para caminar con la frente en alto, llenas de fe, sabiduría y autoridad espiritual.
Querida mujer que resplandece…
No permitas que nadie, ni siquiera tus propios pensamientos, te hagan sentir menos de lo que Dios dice que eres. Eres Su hija, y en ti habita Su Espíritu. Tienes valor, propósito y dignidad porque fuiste comprada a precio de sangre.
Conoce la Palabra. Cree en lo que Dios dice de ti. Y vive conforme a esa verdad.
¡Camina con dignidad!
“La mujer que teme al Señor es digna de alabanza.” – Proverbios 31:30