El amor que nunca falla

El amor humano es frágil y pasajero, pero el amor de Dios es perfecto, incondicional y eterno. En este mensaje reflexionamos sobre el verdadero amor que proviene del Padre, el que transforma nuestra vida, nos impulsa a perdonary nos llama a amar.

Fe y Crecimiento

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September 08, 2025

El amor que nunca falla

Tener amor es saber soportar; es ser bondadoso; es no tener envidia, ni ser presumido, ni orgulloso, ni grosero, ni egoísta; es no enojarse ni guardar rencor; es no alegrarse de las injusticias, sino de la verdad. Tener amor es sufrirlo todo, creerlo todo, esperarlo todo, soportarlo todo.” (1 Corintios 13:4,7)

Solamente existe un amor verdadero, y es el que proviene de Dios. Muchas veces creemos que amamos con todas nuestras fuerzas, incluso que daríamos la vida por aquellos que amamos. Pero hoy te invito a preguntarte: ¿estamos amando con el amor que agrada a Dios?

Cuando le preguntaron a Jesús cuál era el mandamiento más importante, Él respondió:

“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el más importante y el primero de todos los mandamientos. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” (Mateo 22:37-40)

Nuestro Padre nos creó por amor y para disfrutar de una relación viva con Él. Pero el pecado nos apartó de su presencia. Aun así, en su inmenso amor y misericordia, nos dio a su Hijo Jesús, para que no quedáramos destituidas de su gloria.

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna.” (Juan 3:16)

Cuando entendemos lo que significa amar a Dios con todo nuestro ser, descubrimos que nuestra vida depende completamente de Él, y nace en nosotras el anhelo de rendir nuestro orgullo para darle el primer lugar. Solo así experimentamos plenitud, aun en medio de las pruebas, porque sabemos que el amor de Dios echa fuera el temor.

El Señor nos ama a todas por igual, sin hacer acepción de personas. Pero Él también desea que le amemos con todo el corazón. Y así como en nuestras relaciones humanas necesitamos conocer, compartir y aceptar al otro, de la misma manera necesitamos cultivar nuestra relación con nuestro Padre. Por eso envió a Jesús, para reconciliarnos con Él y abrirnos la puerta a una comunión íntima y verdadera.

Jesús nos dejó esta promesa maravillosa:

“Si ustedes me aman, obedecerán mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y Él les dará otro Consolador para que esté con ustedes para siempre: el Espíritu de verdad.” (Juan 14:15-17)

No estamos solas. El Espíritu Santo es quien nos sostiene, guía, consuela y fortalece cada día. Y es por medio de Él que en nuestra vida brotan los frutos que reflejan a una hija de Dios; paz, paciencia, gozo, mansedumbre, dominio propio, y sobre todo, el amor, que es la base de todos los demás.

Es fácil amar a quienes nos aman, pero Jesús nos llama a ir más allá; a perdonar, a amar incluso a nuestros enemigos. Amar es perdonar, y perdonar es obedecer. Ese es el amor que transforma corazones y sana heridas.

Vivimos tiempos donde el amor se ha enfriado en muchos, y la maldad parece multiplicarse. Pero tú y yo estamos llamadas a ser diferentes, a amar a pesar de y no porque. Si nos maldicen, bendecimos; si nos ofenden, perdonamos. Así es como se manifiesta en nosotras el amor que permanece.

Pidamos hoy al Espíritu Santo que nos enseñe a amar con el amor de Dios, porque nuestro amor humano es limitado, pero el suyo es eterno e inagotable.

“Ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor.” (1 Corintios 13:13)

El amor verdadero no nace de nuestro esfuerzo humano, sino de la presencia de Dios en nosotras. Cuando rendimos nuestro corazón al Señor, su Espíritu Santo nos capacita para amar de una manera que sobrepasa nuestra lógica y nuestras fuerzas. Ese amor no se agota, no depende de las circunstancias y nunca falla, porque proviene del Padre.

Hoy puedes descansar en la seguridad de que eres profundamente amada por Dios. Permite que su amor te llene, te sane y te impulse a amar a quienes te rodean. Haz del amor tu marca distintiva, y recuerda que cuando decides amar como Cristo nos amó, tu vida se convierte en un reflejo vivo de su luz. Ese es el amor que permanece para siempre.

Que este amor verdadero sea la esencia de tu vida, la fuerza que te sostiene y la luz que reflejas a los demás.

Testimonios de lectoras

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