¿Te has detenido a pensar por qué estás en este mundo? Cuando comprendes que Dios te hizo con amor y ternura para que Su nombre sea glorificado en ti a través de Jesucristo, nace el deseo de examinar tu vida y preguntarte si realmente estás cumpliendo el propósito para el cual fuiste creada.
Fuiste formada en amor y libertad. Dios no obliga a nadie a amarlo; Él desea un amor genuino, nacido del corazón. Te dio libre albedrío para escoger entre el bien y el mal, porque el verdadero amor solo puede darse en libertad. Sin embargo, a causa del pecado, el mundo se ha apartado de su Creador. Muchas veces, sin darte cuenta, puedes permitir que el enemigo tome control de ciertas áreas de tu vida, ofreciéndote engaños disfrazados de éxito, placer o poder.
“El ladrón viene solamente para robar, matar y destruir; pero yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.” (Juan 10:10)
El caos que se vive en el mundo no es casualidad; es consecuencia de decisiones tomadas sin considerar a Dios. Lo mismo sucede en los hogares y en el corazón; se viven frustraciones y dolores que nacen del orgullo, la ignorancia o heridas heredadas de generaciones pasadas. Pero el Señor se opone al orgullo y trata con bondad a los humildes. (Santiago 4:6)
Es necesario que te confrontes con sinceridad. ¿Qué te mueve realmente? ¿Es el deseo de agradar a Dios o de demostrar algo a los demás? A veces creemos que nuestros logros materiales o profesionales son bendiciones, pero si no hay paz, amor y unidad, es momento de reflexionar. La verdadera bendición de Dios siempre trae gozo, salud del alma y armonía.
“El hombre hace muchos planes, pero solo se realiza el propósito divino.” (Proverbios 19:21)
No se trata de renunciar a tus sueños, sino de entregarlos a Dios. Cuando caminas en comunión con Él, Su Espíritu Santo te muestra lo que realmente te conviene, y te guía hacia el propósito que glorifica Su nombre y llena tu vida de abundancia. Allí donde estés, sea en tu hogar, en tu trabajo o entre tus amistades; eres llamada a dar fruto, a reflejar Su amor y a llenar de luz cada lugar.
“Dios nos salvó y nos ha llamado a consagrar nuestra vida, no por lo que nosotros hayamos hecho, sino porque ese fue su propósito y porque nos amó en Cristo Jesús.” (2 Timoteo 1:9)
Eres amada profundamente. Dios te mira de manera única, no en serie. Te dio talentos, dones y una misión individual. No necesitas compararte ni imitar la vida de otras, porque fuiste diseñada con una belleza y un propósito irrepetibles. Has sido sellada con el Espíritu Santo para dar fruto abundante.
“Pues Dios es quien hace nacer en ustedes los buenos deseos y quien los ayuda a llevarlos a cabo, según su buena voluntad.”
Cumplir el propósito de Dios no depende de tu fuerza, sino de Su gracia. Él te guía, te enseña y te capacita. Tus obras no te salvan; son fruto del amor que brota de una fe viva. Como dice Santiago, la fe sin obras está muerta, pero las obras que nacen del amor verdadero son testimonio de una fe genuina.
Si realmente amas a Dios, tu deseo será hacer Su voluntad. Deja atrás los errores del pasado, rinde tu orgullo y permite que Él gobierne cada área de tu vida. Solo así encontrarás la plenitud que el Padre desea para ti.
Dios anhela bendecirte en todo sentido; en lo espiritual, familiar, emocional y físico. No se trata solo de prosperar materialmente, sino de vivir en equilibrio y paz. Cuando tu alma prospera, todo lo demás florece.
Jesús te recuerda: “En aquel día ya no me preguntarán nada. Les aseguro que el Padre les dará todo lo que pidan en mi nombre. Hasta ahora, ustedes no han pedido nada en mi nombre; pidan y recibirán, para que su alegría sea completa.” (Juan 16:23-24)
Cuando caminas de la mano de Dios, tu vida se llena de sentido. No importa tu edad, tu pasado ni los errores que hayas cometido; lo que verdaderamente importa es volver tu corazón al Padre y permitir que Su amor te restaure. Cada día es una nueva oportunidad para comenzar de nuevo, para vivir en plenitud y reflejar Su luz dondequiera que estés.
Descansa en la certeza de que fuiste creada con propósito, amada sin medida y llamada a resplandecer en medio de este mundo. Permite que la gracia de Cristo te envuelva, que Su paz dirija tus pasos y que Su Espíritu te inspire a seguir adelante con fe, humildad y esperanza.
Porque cuando te rindes a la voluntad de Dios, tu vida se convierte en un hermoso testimonio del amor que transforma y da vida en abundancia.
