¿Cuántas veces hemos actuado como aquellos espías que Moisés envió a explorar la tierra de Canaán, pero que regresaron llenos de miedo y cobardía? En más de una ocasión, se nos han presentado oportunidades para alcanzar grandes logros en nuestras vidas, pero el temor nos ha paralizado. Hemos permitido que gigantes invisibles se levanten en nuestra mente, susurrándonos que no podemos, que no somos suficientes. Y así, poco a poco, el miedo nos roba el propósito que Dios ha diseñado para nosotras.
Esos gigantes; la duda, la inseguridad, el temor, buscan adueñarse de nuestros pensamientos para hacernos creer que somos insignificantes, que es imposible luchar y triunfar. Nos rendimos antes de siquiera intentarlo, encerrándonos en la conmiseración y creyendo que somos víctimas de las circunstancias o de los demás. Sin embargo, olvidamos algo fundamental; nosotras pertenecemos a Dios, y Él es quien pelea nuestras batallas cuando confiamos plenamente en su amor y poder.
Josué y Caleb, a diferencia del resto, dieron un informe completamente distinto. Ellos vieron la fertilidad de la tierra, reconocieron las bendiciones, y no se dejaron intimidar por los gigantes, porque sabían a quién pertenecían. Sabían que contaban con la protección y la promesa del Señor. Su fe los sostuvo y los impulsó a creer más en la grandeza de Dios que en el tamaño de sus enemigos.
Dios desea que tengamos la actitud valiente de Josué y Caleb. Nos llama a caminar en fe, a activar el poder que ha depositado en nosotras, y a no permitir que los gigantes de la duda, la cobardía, la indiferencia o el doble ánimo gobiernen nuestra vida. Al final, es una decisión personal. O confiamos plenamente en Él, o nos rendimos ante los susurros del miedo. “Pues Dios no nos ha dado un espíritu de temor, sino un espíritu de poder, amor y dominio propio” (2Timoteo 1:7).
Jesús ya venció en la cruz todo lo que busca detenernos. Hoy, somos libres en Él. Es tiempo de caminar en esa libertad, de usar la autoridad que nos fue otorgada, y de resistir todo pensamiento que intente desviarnos de nuestro propósito. La gloria de Dios está lista para manifestarse en tu vida, si te atreves a creerle.
La fuerza de voluntad como herramienta divina
La fuerza de voluntad no es simplemente "tener ganas" o "ser fuerte". Es una virtud que nace cuando dependemos del Espíritu Santo, cuando reconocemos que nuestra naturaleza humana sola no basta. Es decirle "sí" a Dios todos los días, aun cuando nuestra carne quiere decir "no".
Cuando sentimos desánimo, procrastinación, pensamientos negativos, o cuando luchamos por controlar la lengua, no estamos batallando solamente contra malos hábitos; estamos librando una batalla espiritual. Nuestra voluntad, fortalecida por el poder de Dios, es un escudo que nos ayuda a resistir y perseverar. Como dice 2 Timoteo 1:9: "Él nos salvó y nos llamó a una vida santa, no por nuestras propias obras, sino por su propósito y su gracia".
Para cumplir los propósitos de Dios en nuestra vida, necesitamos firmeza. No es suficiente soñar, hay que actuar. No basta con anhelar cambios, hay que ser constantes. Y no podemos confiar en nuestras emociones, porque son cambiantes. Nuestra fuerza de voluntad anclada en la verdad de Dios, será la herramienta que nos mantendrá de pie cuando todo a nuestro alrededor parezca derrumbarse.
En nuestra relación con Dios
Usar la fuerza de voluntad significa buscarle intencionalmente cada día, aun cuando no tengamos ganas, aun cuando el cansancio, la rutina o las distracciones quieran alejarnos. Es decidirnos a orar, a leer Su Palabra, a adorarle y obedecerle, porque entendemos que nuestra comunión con Él es nuestra fuente de vida.
En nuestra salud
Implica cuidar el templo del Espíritu Santo que es nuestro cuerpo, alimentándolo de manera correcta, ejercitándolo, descansándolo, y evitando prácticas que lo destruyan. No se trata de buscar una imagen ideal, sino de honrar a Dios con un cuerpo saludable y dispuesto para servirle mejor.
En nuestra mente
La fuerza de voluntad nos ayuda a tomar cautivo todo pensamiento que no provenga de Dios. Nos impulsa a rechazar la negatividad, el miedo y las mentiras del enemigo, para llenar nuestra mente de la verdad, de la fe, y de todo lo que es puro, amable y digno de alabanza.
En nuestros proyectos
Usar la fuerza de voluntad significa no abandonar cuando los resultados no son inmediatos. Es perseverar, ser diligentes, seguir sembrando en fe aunque todavía no veamos el fruto. Dios honra a las mujeres que trabajan con pasión, integridad y constancia, confiando en que a su debido tiempo cosecharan lo que sembraron.
Recordemos que la fuerza de voluntad, guiada por el amor y el poder de Dios, se convierte en un motor imparable que nos lleva a vivir vidas plenas, sanas y victoriosas, para Su gloria. No olvides que cuando ejercemos fuerza de voluntad, estamos también ejercitando dominio propio, uno de los frutos del Espíritu. Cada vez que vences un pensamiento de derrota, cada vez que eliges actuar en amor en vez de reaccionar con ira, estás avanzando hacia el cumplimiento de tu propósito eterno.
Dios no busca perfección humana; Él busca corazones dispuestos. Mujeres decididas a levantarse una vez más, a pesar del cansancio o del dolor. Mujeres que, como Josué y Caleb, ven con los ojos de la fe y confían en que, si Dios prometió la tierra, entonces la tierra ya es suya.
Hoy es un buen día para preguntarte:
¿Qué gigantes se han levantado en mi mente que me impiden avanzar?
¿Estoy caminando por fe o dejando que el miedo tome decisiones por mí?
¿Qué áreas de mi vida necesitan más dominio propio y fuerza de voluntad?
¿Estoy verdaderamente creyendo en las promesas que Dios me ha dado?
No olvides quién eres ni quién te llamó. Eres hija del Rey de reyes, creada a imagen y semejanza de Dios, diseñada con propósito eterno. No naciste para arrastrarte entre las dudas ni para conformarte con migajas de amor propio o de aceptación del mundo. Dentro de ti habita la semilla de la grandeza espiritual; solo necesitas creerlo y comenzar a actuar como la mujer valiente y fuerte que ya eres en Cristo.
Atrévete a soñar en grande. Los sueños que Dios ha colocado en tu corazón no son una ilusión vacía, son un llamado. No importa cuánto tiempo haya pasado, cuántos errores hayas cometido o cuántas veces hayas sentido que fracasaste. Mientras haya vida, hay esperanza. Y mientras haya esperanza, hay un propósito en movimiento. Empezar de nuevo las veces que sea necesario.
La fuerza de voluntad, guiada por el Espíritu Santo, no es para mujeres perfectas, sino para mujeres determinadas. Es para aquellas que, a pesar de sus temores, deciden dar un paso de fe. Es para las que, aunque tiemblen, caminan. Para las que, aunque lloren, siguen sembrando. Hoy, decide ser esa mujer que se levanta una y otra vez, hasta ver cumplida la palabra que Dios habló sobre su vida.
No estás sola en esta batalla. El Espíritu de Dios está contigo, fortaleciéndote y guiándote. Toma la decisión hoy de no dejarte vencer. Recuerda que tienes un espíritu de poder, amor y dominio propio.
Camina firme, lucha con valentía y no sueltes la mano de tu Padre celestial. Los sueños de Dios para ti son mucho más grandes que cualquier gigante que enfrentes. Activa tu fuerza de voluntad, conquista el propósito glorioso que Dios escribió para tu vida desde antes de la creación del mundo, y resplandece con todo el esplendor que Él ha puesto en ti.
