Atrapen las zorras pequeñas "Atrapen a las zorras, a esas zorras pequeñas que arruinan nuestros viñedos, nuestros viñedos en flor." (Cantares 2:15)
Cuando le decimos “sí” a Jesús, nos arrepentimos de nuestros pecados y lo ponemos en el centro de nuestra vida, el Espíritu Santo viene a morar en nosotras. Su presencia transforma nuestro corazón y comienza a producir frutos de amor, paz, paciencia, humildad, mansedumbre, dominio propio y bondad.
Pero la Palabra nos advierte sobre esas “zorras pequeñas” que destruyen los viñedos en flor. Esas zorras representan los afanes, las preocupaciones, las distracciones, las amistades dañinas o los hábitos que apagan el fuego de Dios en nuestra vida. Son los frutos de la carne que impiden nuestro crecimiento espiritual, nos enfrían y nos apartan de la intimidad con Dios.
El enemigo es astuto. Cuando estamos en proceso de dar fruto, se disfraza con sutileza para desviarnos; nos hace creer que necesitamos estatus, reconocimiento o logros humanos para sentirnos valiosas. Y cuando bajamos la guardia, abrimos la puerta para que entren pensamientos, emociones y actitudes que destruyen la flor antes de que madure el fruto.
Nuestro Padre desea lo mejor para nosotras. Nos amó tanto que entregó a su Hijo amado, Jesús, para salvarnos y darnos vida eterna (Juan 3:16). Él venció al enemigo en la cruz, y en Él tenemos victoria. Sin embargo, debemos cuidar el viñedo de nuestra alma, igual que un viñador cuida de sus uvas para producir un buen vino. No permitamos que el orgullo, la envidia, la avaricia, el resentimiento o la pereza destruyan lo que el Espíritu Santo está cultivando en nosotras.
Jesús nos recuerda: "Permanezcan en mí, y yo permaneceré en ustedes. Así como ninguna rama puede dar fruto por sí misma, sino que tiene que permanecer en la vid, así tampoco ustedes pueden dar fruto si no permanecen en mí. Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada." (Juan 15:4-5)
Permanecer en Jesús no es religiosidad ni fanatismo: es vida. Sin Él, nada de lo que el mundo ofrece puede llenar el alma. Por eso nos dice: “Permanezcan en mi amor… les he dicho esto para que tengan mi alegría, y así su alegría sea completa.” (Juan 15:10-11)
Identifiquemos esas zorras pequeñas que destruyen nuestro viñedo: la frialdad espiritual, el miedo, el resentimiento, la procrastinación, la gula, la falta de voluntad o cualquier cosa que nos mantenga en la mediocridad espiritual y emocional. Dios ya nos dio la victoria en Cristo; ahora depende de nosotras cuidar nuestra vida y caminar en Su voluntad.
El Señor nos llama a una vida de plenitud, donde nada robe lo que Él ha sembrado en nuestro corazón. Cada día es una invitación a examinar nuestra viña, arrancar las zorras pequeñas y dejar que el Espíritu Santo la riegue con su gracia. Debemos permanecer en Aquel que es perfecto y que nos capacita para dar fruto abundante.
Cuando decidimos permanecer en Jesús, el viñedo florece, el fruto madura y nuestra vida se convierte en testimonio vivo de Su amor. Ninguna zorra puede destruir lo que el Padre ha plantado, si guardamos nuestra alma en Él. Que hoy podamos decir con firmeza: “Señor, cuida mi viña, arranca lo que no te honra, y haz de mi vida un jardín fértil donde otros puedan ver tu gloria.”