“No se aflijan por nada, sino preséntenselo todo a Dios en oración; pídanle, y denle gracias también. Así Dios les dará su paz, que es más grande de lo que el hombre puede entender; y esta paz cuidará sus corazones y sus pensamientos por medio de Cristo Jesús.” (Filipenses 4:6-7)
Vivimos en tiempos difíciles. Basta con mirar las noticias para ver cómo el mundo se desmorona. Guerras y rumores de guerra, crisis económicas, injusticias, enfermedades, violencia, confusión, división, y tanto dolor a nuestro alrededor. Muchas mujeres se sienten angustiadas, sobrecargadas, tratando de mantener el equilibrio entre sus hogares, sus emociones, su fe, y el día a día que no da tregua.
Sin embargo, en medio de todo este caos, hay una promesa que permanece firme; la paz de Dios. Esa paz que no depende de las circunstancias externas, ni de si todo está bien en nuestra vida. Es una paz que nace de una relación profunda con Él. Una paz que viene de confiar, de rendirse, de descansar en sus brazos, sabiendo que Él tiene el control.
Jesús nos prometió esta paz. Él mismo lo dijo:
“La paz les dejo; mi paz les doy. Yo no se la doy a ustedes como la da el mundo. No se angustien ni se acobarden.” (Juan 14:27)
La paz que el mundo ofrece es pasajera. Muchos la buscan en el dinero, en el éxito, en las relaciones, o en filosofías humanas. Pero todo eso es frágil y temporal. La verdadera paz solo proviene de Dios, porque Él es el Dios de paz.
La Biblia está llena de promesas para quienes le aman, le honran y le creen. Dios nos ama con ternura y cuida de cada detalle de nuestra vida. Se complace en quienes lo aman y le creen sin temor. Nos ha dado una fe que vence al mundo. Y esa fe nos sostiene cuando todo tiembla a nuestro alrededor.
Jesús, siendo verdadero Dios y verdadero hombre, vino a este mundo, se despojó de su gloria, y se entregó por nosotros. Llevó nuestros pecados y dolores, para salvarnos y darnos una vida en abundancia, llena de esperanza, de propósito y de paz.
“Pero en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.” (Romanos 8:37)
Sí, hay un enemigo que busca robarnos la paz. Lo hace a través del temor, la ansiedad, las preocupaciones, la duda, las malas noticias. Pero tú y yo no estamos solas.
“Pues Dios no nos ha dado un espíritu de temor, sino un espíritu de poder, de amor y de dominio propio.” (2 Timoteo 1:7)
Muchas veces, como mujeres, sentimos que debemos ser fuertes todo el tiempo. Pero la verdadera fortaleza viene de rendirse a Dios, y dejar que su Espíritu Santo nos llene, nos consuele y nos renueve. No olvides que Dios habita en ti. ¡Él está contigo!
“¿Qué más podemos decir? ¡Si Dios está a nuestro favor, nadie podrá estar en contra nuestra!” (Romanos 8:31)
Querida mujer, este es un tiempo para afirmar nuestra fe, caminar en el amor de Dios, y proteger nuestro corazón de todo lo que quiera robar nuestra paz. El mundo puede estar en crisis, pero nuestro interior puede estar en calma. Permitamos que el dulce amor de Jesús inunde nuestra alma. Que su Palabra sea nuestro refugio, y su presencia nuestro lugar seguro.
Si hoy te sientes cansada, ansiosa o con miedo, acércate a Él. Entrégale tus cargas, tus pensamientos, tus emociones, y permite que su paz te envuelva. No permitas que las circunstancias te roben lo que Cristo ya ganó para ti en la cruz.
“El Señor bendecirá a su pueblo con paz.” (Salmo 29:11)
Confía. Él está contigo. Y su paz guardará tu corazón y tu mente cada día.
¡El Señor te bendiga y te llene de su paz!