La Esperanza que Resplandece en Nosotras

En este mensaje profundo y esperanzador, recordamos que Dios no olvida sus promesas. Aunque la espera a veces duela, su fidelidad es inquebrantable.Descubre cómo la fe, el amor y la esperanza se entrelazan para sostenernos en cualquier circunstancia.

Fe y Crecimiento

Resplandece Mujer

July 29, 2025

La Esperanza que Resplandece en Nosotras

“Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes —afirma el Señor—, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza. Entonces ustedes me invocarán, y vendrán a suplicarme, y yo los escucharé.” (Jeremías 29:11-12)

La esperanza es una palabra que contiene luz. Proviene de “esperar”, de mantenerse firme en la fe mientras algo aún no se ve, pero se cree que llegará. La esperanza es la aliada inseparable de la fe. Como dice Hebreos 11:1, “Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve.”

Esperamos lo que creemos que ha sido prometido. Y cuando la promesa viene de Dios, podemos descansar en su fidelidad, porque Él no es como nosotros: no miente, no cambia, no se arrepiente.

“Dios no es un simple mortal para mentir y cambiar de parecer. ¿Acaso no cumple lo que promete ni lleva a cabo lo que dice?” (Números 23:19)

“Contra toda esperanza, Abraham creyó y esperó, y de este modo llegó a ser padre de muchas naciones, tal como se le había dicho: ‘Así de numerosa será tu descendencia’.” (Romanos 4:18)

Abraham creyó sin dudar. A pesar de su edad avanzada y la de Sara, no cuestionó el plan de Dios. Esperó con fe, y de su linaje nació el pueblo de Israel. De ese mismo pueblo, Dios escogió a María, una joven pura y humilde, para traer al mundo a su Hijo, el Salvador. Esta promesa cumplida nos recuerda que cuando Dios habla, Él cumple.

“Ahora permanecen tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.” (1 Corintios 13:13)

La esperanza brota de la fe, pero ambas necesitan del amor. Sin amor, nuestra fe es hueca, y nuestra esperanza no tiene raíz. Dios es amor, y cuando ese amor habita en nosotras, entonces también brota la fe genuina, y con ella la esperanza viva que no defrauda.

Dichosas las que esperan en Él

“Por eso el Señor los espera, para tenerles piedad; por eso se levanta para mostrarles compasión. Porque el Señor es un Dios de justicia. ¡Dichosos todos los que en él esperan!” (Isaías 30:18)

Dios anhela que confiemos en Él. No se cansa de esperarnos, incluso cuando nuestra fe flaquea o nos desviamos. Su amor es paciente, y sus promesas están al alcance de quienes se rinden humildemente y obedecen su voz. No se trata de merecer, sino de confiar. Porque cuando desobedecemos, le abrimos la puerta al enemigo para robarnos bendiciones; pero cuando caminamos en obediencia, Dios mismo pelea por nosotras.

Como árbol junto al río

“Bendito el hombre que confía en el Señor y pone su confianza en él. Será como un árbol plantado junto al agua, que extiende sus raíces hacia la corriente; no teme que llegue el calor, y sus hojas están siempre verdes. En época de sequía no se angustia, y nunca deja de dar fruto.” (Jeremías 17:7-8)

Esta promesa también es para ti. Eres como ese árbol cuando eliges confiar en Dios. Aunque haya calor, sequía, dificultades, tu raíz está nutrida por las aguas vivas de su amor. El fruto en tu vida no depende de las circunstancias externas, sino de la fe interna. Esperar en Dios es un acto poderoso de confianza que da gozo, aun en medio del dolor.

Él suplirá cada necesidad

“Así que mi Dios les proveerá de todo lo que necesiten, conforme a las gloriosas riquezas que tiene en Cristo Jesús.” (Filipenses 4:19I)

Nuestro Padre no es ajeno a tus necesidades. Él conoce lo que duele en lo profundo, lo que callas, lo que sueñas. Su provisión no solo es material, también es emocional, espiritual, familiar. Y lo más hermoso es que ha dejado abierta la puerta para que podamos ir a Él con confianza.

“En aquel día ya no me preguntarán nada. Ciertamente les aseguro que mi Padre les dará todo lo que pidan en mi nombre. Hasta ahora no han pedido nada en mi nombre. Pidan y recibirán, para que su alegría sea completa.” (Juan 16:23-24)

Jesús nos ha dejado el camino libre para acercarnos al trono del Padre. Ya no estamos separadas. Podemos pedir, con fe y esperanza, sabiendo que seremos escuchadas.

Espera en Él

“Pon tu esperanza en el Señor; ten valor, cobra ánimo; ¡pon tu esperanza en el Señor!” (Salmo 27:14)

No importa cuál sea el momento que estás atravesando. El Señor tiene planes de bienestar para ti. Él no ha terminado contigo. Si hoy sientes que la espera es larga, recuerda que cada segundo en su presencia fortalece tu alma, madura tu carácter y te prepara para recibir la promesa.

Sigue creyendo. Sigue esperando. Resplandece, porque tu luz viene del Señor.

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