¿A quién o a qué tenemos miedo? Todas, en algún momento, hemos sentido miedo. A veces ni siquiera lo reconocemos, y otras veces lo disfrazamos con control, silencio o aparente fortaleza. Pero el miedo está ahí… escondido en lo más profundo del corazón.
Tememos no ser suficientes, que otros nos juzguen o rechacen por no pensar igual. Nos da miedo equivocarnos, perder lo que amamos, enfrentar lo desconocido, enfermarnos, o que nuestros seres queridos estén en peligro. Nos asusta el futuro, las injusticias, la maldad en el mundo, la inestabilidad económica, o las fuerzas oscuras que parecen dominar el ambiente.
Sí, somos humanas. El miedo es una emoción natural. Pero lo que no debemos permitir es que el miedo nos domine o nos robe la paz, porque su origen no es Dios, sino el enemigo, que busca paralizarnos y hacernos dudar del amor del Padre.
“Donde hay amor, no hay miedo; el amor perfecto echa fuera el miedo” (1 Juan 4:18). El amor perfecto es Jesús. Cuando el miedo se apodera de nosotras, es porque aún no hemos confiado plenamente en Él. Jesús se entregó por amor, para que fuéramos libres de toda atadura, incluso del temor.
Si tú confías en quienes amas —en tu esposo, tus hijos, tus amigos—, ¿cuánto más deberías confiar en Aquel que dio su vida por ti? El amor de Cristo es más fuerte que cualquier miedo.
“El Señor está conmigo; no temeré. ¿Qué puede hacerme el hombre?” (Salmo 118:6) No temamos a las críticas, a las burlas o al rechazo por obedecer el llamado de Dios. No temamos seguir nuestros sueños o defender lo que creemos. Si Dios está de nuestro lado, nadie podrá detener su propósito en nosotras.
“Si Dios está a nuestro favor, ¿quién contra nosotros?” (Romanos 8:31-32)
El enemigo de nuestras almas es el padre de la mentira. Se disfraza, manipula y usa a personas para traer confusión, desánimo y miedo. Pero recuerda: “El que está en ustedes es más poderoso que el que está en el mundo” (1 Juan 4:4).
Por eso, no luchamos contra personas, sino contra fuerzas espirituales que buscan desanimar a las hijas de Dios. La Palabra nos dice:
“Vístanse con toda la armadura de Dios para que puedan mantenerse firmes frente a las artimañas del diablo.”(Efesios 6:11-13)
Cuando alguien te hiere o se levanta en tu contra, recuerda que no es esa persona, sino el enemigo usando su debilidad. Ora por ella y perdona. El perdón es la espada que desarma toda obra del mal.
“Tomen el escudo de la fe, con el cual podrán apagar todas las flechas encendidas del maligno.” (Efesios 6:16)
Mantén tu fe firme. No te dejes arrastrar por el miedo, las malas noticias o las voces que intentan quitarte la esperanza. El amor de Dios te sostiene. Aunque el mundo tiemble, tú estás segura en las manos del Padre.
Confía, sigue haciendo el bien, permanece fiel, y verás la victoria de Dios en tu vida. Él nunca te abandona. Él te da ánimo.